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EL VERDADERO PREP

El escritor Sean Hottchkiss nos cuenta por qué el estilo preppy siempre rompe la reglas y no las sigue.

En el otoño de 2002 me metriculé en un college del Oeste de New York con sus importantes casas de fraternidades en la orilla de un lago y en una ciudad plagada de bares y de jerseys de cahsmere colgados cuidadosamente sobre hombros bien bronceados. Me sentí totalmente fuera de lugar, como se siente un novato en camiseta y bermudas que había comprado en un centro comercial de Maine. Mi compañero de habitación, muy alto, con una cola de caballo en su melena preppy de Long Island, llegó a ser mi gurú. Conducía un Land Rover Defender amarillo y vestía los trajes de tweed de su padre, totalmente desgastados y raídos. Así pues, compré camisas de colores pastel y corbatas en las mercerías de New Haven. Pero no era la ropa propiamente dicha ni si quiera su coche lo que me intrigaba. Lo que realmente me fascinaba era el estilo desenfadado con el que vestía y sin asomo de vergüenza al pasearse por la ciudad con tanta seguridad que parecía el mejor vestido del mundo. Esa seguridad que transmitía era lo que más me llamaba la atención.

Él fue tanto de fiesta como Robert Downey Jr. en la película Less than Zero. Hablaba rápido y conducía más rápido todavía. Me abrió los ojos en cuanto a la posibilidad de vivir la vida exclusivamente en busca del placer. Empecé a emularlo, idolatraba su forma de vida del que se deja llevar y donde nada estaba programado. Había un montón de tíos igual que él, de espíritu alegre y divertido a los que nada ni nadie les hacía cambiar. Iban con sus caras de medio dormidos y con sus zapatos oxford que parecía que habían estado metidos en una secadora desde la época de la administración Reagan. Sus padres eran titanes de los negocios, banqueros reconocidos o del sector inmobiliario, de los que hacían que el Dow Jones funcionara. Se aseguraban que sus hijos tuvieran lo mejor en todo. También esperaban de ellos, al menos temporalmente, que vivieran una época donde todo valiera. Y eso es lo que mejor hacen los Preps: ser rebeldes.

Cuando Tom Wolfe acuñó el término “Vete al infierno” para describir los tonos de los pantalones que vestían los turistas en Cape Cod en el año 1976, era para describir algo sin gracia ninguna. Para Wolfe, el término Prep era un insulto, una forma de señalar a otros que pensaban igual. Esos pantalones color salmón no eran diferentes a una cazadora punk de piel o a los abalorios que tanto le gustaban a los hippies, ya que señalaban ciertas creencias, etiquetas, ideales y actitudes determinadas ante la vida. Características que a algunos profanos les hacía sentir curiosidad por ellas y que a otros les causaba horror.

Pero el espíritu rebelde del verdadero estilo prep es lo contrario al turista que no para de beber gin tonics en sus vacaciones. Muy al contrario, el prep llegó a alcanzar prestigio en la cultura popular aunque se le viera como un estirado que juega al croquet. Ser un prep fue toda una revolución estilística en aquellos tiempos cambiantes y que hizo contracultura. Allen Ginsberg se vestía con jerseys navideños. A Jack Kerouac le encantaban sus khakis. Cuando Hajime Hasegawa y Toshiyuki Kuroshu fueron en los años 60 a los campus de la Ivy League a fotografiar estudiantes para su libro sobre el estilo prep “Take Ivy”, no se encontraron con preppys conformistas, si no con iconos de estilo subversivos, jóvenes que cogían las prendas más gastadas de sus padres y las tuneaban: chinos militares arrugados y super cortos en los tobillos, anoraks tres tallas más grandes de lo que les correspondía, una aparente alergia a los calcetines… En 1964, Japan, una tribu urbana preppy de Ginza, fue detenida por la policía. El delito cometido por todos sus componentes era delincuencia sartorial. Sus blazers azules y sus pantalones cortos fueron considerados como una ofensa cultural hacia el traje negro y la camisa blanca, ese mundo estilístico encorsetado del mundo del trabajo de aquella época y al que ellos se negaban a unirse.

Mientras tanto, preps famosos americanos se enfrentaban a tradiciones seculares. Antes que Dennis Hopper hiciera Easy Rider, su armario era un altar del prep más bohemio. Steve McQueen hizo para los jerseys Aran lo que Michael Jackson por los mocasines. El armario de Miles Davies era una master class en lana de estambre. Por aquel momento, un joven Andrew McCarthy defendió el argumento más preppy de todos los tiempos, anunciando en la película St. Elmo´s Fire que “el matrimonio estaba obsoleto”. La estética de las superstars de la NBA, Chris Pal y Lebron James, llegó a estar muy cerca de lo indigno por su estilo tan extravagante, trajes de franela y jerseys muy gruesos de cuello vuelto, como por sus atrevidas hazañas en los juzgados. Una prueba más de que los preps siempre fueron unos inadaptados.

Por mi parte, los años me fueron diluyendo el deseo de seguir con esa estética prep y finalmente evolucioné. Tiré las blazers preppy con sus botones dorados y también los mocasines. Me reía del denim… Pero después de mudarme a Los Angeles el pasado otoño, recaí, poniendo el ojo en un Mercedes Benz SL vintage, el de mis sueños universitarios,con toda la estética del exceso que correspondía a los años 80. Fabricado con casi dos toneladas de acero alemán, y con una calidad digna de un museo, cuestiona todo lo que había pensado hasta ese momento. No podía ser más prep.